XAVIER BRU DE SALA
Los creadores no sólo cuentan con el talento.
Si también invierten en conocimiento, dedicación y riesgo, avanzan mucho más
recordaré los requisitos que acercan la Gaudi, Dalí y Miró encabezan la abundante lista de "catalans universals". Ellos y los demás tienen en común un buen caldo inicial de cultivo, coronado por una notable soledad, la incomprensión de la mayoría social, cuando no de las minorías ilustradas. A lo largo de esta serie, así como en su última entrega, el próximo miércoles, he defendido, frente a la confianza en la aparición del genio individual, la ¡nstitucionalización de la excelencia. Hoy, y por si acaso nunca llegan a darse las condiciones estructurales óptimas,
excelencia a un creador solitario, que nunca están de más y siempre serán imprescindibles.
Son cinco, no cuatro, ni seis: formación, segundo saber, dedicación, riesgo y talento. Formación significa conocerlo todo sobre el propio campo. Los escritores que no lo han leído todo, los pintores que no han visto toda la pintura (más de uno conozco que la desprecia en buena parte o que sólo la ha visto reproducida en libros), etcétera, parten con desventaja. Sólo habiéndose llenado la cabeza y poblado el paisaje mental de lo propio, ordenado además del modo más personal posible, puede un creador aventurarse a producir. Puede que encima, dados los tiempos que corren, salga a cuenta disimular y hacerse el ignorante para no dar la nota, pero no nos confundamos, hay que practicar la inmersión, de igual modo que la practican los investigadores científicos (ninguno de los cuales ha aportado nada sin conocer su campo, a fondo y en todas direcciones).
No basta. Es necesario un segundo saber, y si es posible hasta un tercero, cuanto más distante del campo propio, mejor. No en vez de, sino además de. Si no hay polos alejados, el chispazo del arco voltaico cuenta con muchas menos posibilidades de saltar, o de ocupar un tramo respetable de horizonte. Un músico que sepa matemáticas, un arquitecto que sepa filosofía, o etología,
etcétera, multiplican sus posibilidades creativas. Como se ha debatido mucho sobre el tercer requisito, la dedicación, no hará falta extenderse. Sólo recordar que ya somos muchos, demasiados, los semi o seudoprofesionales en varios campos de la creación cultural. No basta con serio al completo. Hay que disponer de tiempo para obsesionarse, dormir con las creaciones en curso y despertar entre sus nudos.Tampoco el riesgo, cuarto requisito,esta de moda, pero sigue siendo imprescindible, si se trata de crear y po de recrear. Quien crea que está todo dicho, todo hecho, que se dedique a la artesanía, pero que no engañe a los demás. Es cierto que las artes han emprendido caminos de exploración a veces imposibles o ya agotados, y es cierto que gran parte de los límites de la percepción humana resultan infranqueables. Pero hay que empujar ,. desde su mismo borde o renunciar a ser un creador. Al iniciarse el milenio, se produjo un debate sobre los grandes descubrimientos que podríamos esperar de las ciencias. Aunque los argumentos de los contrarios a las expectativas innovadoras no son haladles, ganaron, claro está, los que apostaron por la imprevisibilidad como clave futuro.
¿Por qué el talento en último lugar? Porque en los cuatro factores anteriores, depende de cada cuál mejorar y en cambio el talento viene dado. Los que no poseen un talento extraordinario pueden compensarlo y superar por mucho a los demás si se han esforzado lo suficiente en las otras cuatro dimensiones. Nadie : puede invertir en su propio talento, pero todos pueden hacerlo en sus conocimientos, en sus horarios y la intensidad de sus dedicaciones, y asumir mayores riesgos creativos. La misma medida de talento, montado en estos ascensores, da para muchísimo más.
